lunes, 4 de noviembre de 2013

TRIGUEIRINHO - El miedo y lo que ocurre tras la muerte fisica



EL MIEDO Y LO QUE OCURRE TRAS LA MUERTE FÍSICA


  
(Este texto fue elaborado con base en algunas palabras del “Glosario esotérico” de Trigueirinho).

El miedo viene de la influencia de ciertas fuerzas que actúan en los subniveles más densos del nivel astral terrestre.

Antes de continuar, como ejemplo y para que se perciba mejor lo que se entiende por nivel astral terrestre, veamos un pequeño resumen donde se muestra el esquema de los diversos niveles de conciencia.

Esquema

Se puede decir que la existencia está constituída por varios niveles, donde la Conciencia Única, más usualmente llamada Dios, se presenta en diferentes grados de vibración.

Cada nivel corresponde a leyes específicas y se subdividen en diferentes subniveles.

Un nivel es un mundo con sus habitantes, su vida, sus leyes de evolución y sus metas.

El ser se integra con esos mundos por medio de cuerpos o vehículos de expresión, constituidos, cada uno, por la sustancia del nivel en que se manifiesta.

El desenvolvimiento interno del ser, o el servicio que debe prestar, determina el nivel en que ese ser se polariza y manifiesta.

Desde el punto de vista de este sistema solar en su actual gran ciclo de manifestación, el nivel físico cósmico tiene 7 subniveles fundamentales, el astral cósmico se reparte en 5 subniveles y el mental cósmico en 3.

Por tanto, el miedo viene de la influencia de ciertas fuerzas que actúan en los subniveles más densos del nivel astral terrestre.

Así, en cuanto la persona se mantuviera polarizada en los planos materiales, permanecerá susceptible y abierta a la vivencia de ese sentimiento.

Como hablamos de planos materiales, antes de continuar analizando lo que es el miedo, conviene abordar lo que se entiende por materia:

En el sentido normal empleado en la enseñanza esotérica, materia designa el estado en que la energía es perceptible a los sentidos:

Comprende el “mundo material”, o sea, el nivel mental, el nivel astral (o emocional) y el físico con su doble etérico.

Por tanto, pensamientos y sentimientos pertenecen a este “mundo material”, compuesto por aquello que se designa por materia. Son ellos los que generan el miedo.

En tanto, independientemente de la definición que se le dé, la comprensión de lo que, de hecho, es la materia, viene de la comprensión de su esencia.
A través de los sentidos, el ser humano capta apenas una faceta de la realidad, ya que los sentidos se limitan a partes específicas de la vastísima gama de vibraciones, partes estas que son sobremanera estrechas comparadas con la totalidad de la existencia.

Las impresiones percibidas por los sentidos son transmitidas a la mente y en ellas son compuestas las imágenes del llamado “mundo exterior”.

Lo que se tiene como materia concreta y mundo material es, en verdad, una imagen mental.

Todo el Cosmos proviene de la misma fuente – La Mente Única y está hecho, todo él, de la misma sustancia, la sustancia de esa mente, aunque evidentemente esa sustancia se plasme a través de una enorme gama de vibraciones. Por tanto, Todo es energía!

Así pues “el mundo es una apariencia, viéndose como un proceso, pero es real, si fuese encarado como una única sustancia… Cuando, finalmente, somos capaces de ver el espíritu en la materia y la materia en el espíritu, simultáneamente, se dice que percibimos lo interno.

Percibimos entonces que la Tierra, con su tono acastañado, cubierta por una capa verde y ondulándose por colinas y valles, no es una sustancia menos real que el Vacío, ni menos divina en esencia, a pesar de ser su forma tan sólo una imagen mental, pasajera.

Sentimos que es parte del misterioso Único, parte que, por la sabiduría, no puede ser separada de lo que la sustenta”.

Por tanto, volviendo al miedo, en cuanto la persona se mantiene polarizada en los planos materiales, permanece susceptible y abierta a la vivencia de ese sentimiento.

Los miedos subconscientes son más numerosos que los conscientes y están directa o indirectamente ligados al miedo a la muerte, a los apegos, a la incomprensión de la verdadera naturaleza del ser – que es inmortal - .

En los animales, el miedo presenta características diferentes de aquellas que se hacen notar en los seres humanos, ya que, en éstos, el miedo es aumentado por elementos psicológicos e imaginativos.

Como el miedo surge del envolvimiento con las fuerzas de la materia y sus ilusiones, el individuo unido a la propia esencia, nada teme.

Limitar la conciencia al ámbito personal, provoca la idea de poseer. Pero si la conciencia silenciara la voz de los apegos, de la curiosidad y del sentido de poseer, de hecho, nada habría de temer.

La psicología esotérica cita algunos miedos básicos del ser humano:

A)   El miedo a la muerte.
B)   El miedo al futuro.
C)   El miedo al dolor.
D)   El miedo al fracaso.

Veamos un poco más detalladamente cada uno de estos tipos de miedo básico:

A)   El miedo a la muerte.

El miedo a la muerte es fruto de la ignorancia acerca del proceso de restitución de los cuerpos al depósito (reservorio) general de los átomos, en el término de cada encarnación.

Al fin y al cabo, la desencarnación es apenas el proceso a través del cual la conciencia del ser abandona los cuerpos temporales (el físico-etérico, el astral-emocional y el mental analítico) cada uno a su tiempo, para concentrarse en dimensiones suprafísicas, por un período más o menos prolongado.

Pero, acompañemos el camino que la conciencia hace, a partir del momento en que se retira del cuerpo físico:

A partir de la última respiración, la conciencia da inicio al momento de recogerse en sí misma, abandonando la red de éteres que mantenía al cuerpo físico integrado y vitalizado. Esta red de éteres, el cuerpo etérico, queda entonces deshabitada y lleva, normalmente, algunas horas para deshacerse.

A menos que el cuerpo físico sea incinerado, la tendencia de una conciencia menos evolucionada es permanecer en los alrededores de él. Esa conciencia ingresa entonces en una especie de sueño profundo, pues no está suficientemente madura para integrarse de modo lúcido en los niveles sutiles.

Ya el individuo de media evolución, experimenta, tras retirarse del cuerpo físico y del etérico, algo que se asemeja a un despertar de un rápido sueño y prosigue, en el plano siguiente, el astral, las experiencias y el ritmo de vida de su reciente encarnación. Las reacciones, sentimientos, deseos y envolvimientos con actos concretos son los mismos de antes. En esta fase, en general, él procura perpetuar situaciones vividas. Eso es posible hasta cierto punto, porque, como la materia del plano astral es fluída, fácilmente se es capaz de plasmar lo que es inducido por los deseos.

Tan verídicas pueden parecer tales creaciones, que muchos tardan en reconocer que desencarnaron y están ahora en otro plano.

Cuanto más egoísta fue un individuo, mayor fue su unión con el mundo concreto.

De este modo, prosigue experimentándose, en este plano astral-emocional, las sensaciones no siempre depuradas, que conoció y vivenció en la vida externa.

Vínculos sentimentales continúan existiendo, aunque en general no haya comunicación directa con las entidades que quedaron encarnadas. Figuras y situaciones por él son creadas, como vivencias nostálgicas.

Pasa un tiempo hasta que la conciencia consigue desprenderse de los hábitos adquiridos por la personalidad en su existencia física, los cuales no son más que escorias de una encarnación terminada.

Por vía de la atracción ejercida por el yo profundo, la conciencia se desliga finalmente del plano astral-emocional y pasa al plano mental.

En el plano mental entra en contacto con sus ideales y puede reconocer, en ese nivel, la energía paradisíaca que alimentó sus mejores pensamientos durante el paso por el mundo físico.

Mientras la conciencia está polarizada en el cuerpo mental, tiene dos tareas para cumplir, antes de recogerse a un nivel más interno:

La primera es disolver los sedimentos emocionales remanentes, lo que se consigue con el auxilio de energías que fluyen de sus núcleos más profundos;

La segunda tarea es destruir el propio cuerpo mental, usando el poder emanado de esos núcleos.

La etapa en el plano mental puede no ser duradera, pues el alma, dependiendo del nivel evolutivo y de la potencia interna que adquirió, comienza a recogerse en el propio centro y por un acto de voluntad, acaba por abandonar también el cuerpo mental.

Después de haber sido abandonado por la conciencia, este cuerpo mental, tal como sucedió con el cuerpo astral-emocional y el cuerpo etérico, acabará por desintegrarse.

Así, la conciencia, finalmente desprendida de los cuerpos externos, puede estabilizarse en su centro. A esta altura, lo que queda de la personalidad es una síntesis, una semilla guardada en la memoria sutil del individuo, la cual servirá para atraer la materia de los cuerpos que servirán para la encarnación siguiente.

Después de desencarnar del cuerpo físico y de haberse disuelto el cuerpo etérico; después de desocupar el cuerpo astral-emocional y el cuerpo mental, el ser de media evolución, ya completamente desencarnado, experimenta la vida del alma, en el nivel causal, donde va quedando cada vez más libre de las fuerzas de la materia.

Ya el ser más evolucionado, al desencarnar, puede liberarse fácilmente de los cuerpos de la personalidad y recogerse casi de inmediato en el alma o en núcleos aún más internos.

Así, liberado de las fuerzas materiales, continúa su aprendizaje y evolución en otras órbitas planetarias.

Para estas almas, que ya adquirieron un alto grado de lucidez, se abren posibilidades de desenvolvimiento en otras esferas de vida, desenvolvimientos que el mundo concreto no puede ofrecerles.

Podrá interactuar con la conciencia extraterrestre o con la intraterrena, lo que se reflejará de modo favorable en la formación de sus cuerpos futuros, en una encarnación posterior.

En general, el intervalo entre reencarnaciones fue siendo progresivamente reducido en esta humanidad, no sólo para proveer más oportunidades de evolución en los planos externos de la vida, como también para la disminución de la promiscuidad sexual, que atrajo para el mundo físico muchas almas, la mayoría de las cuales están básicamente mal preparadas.

Con la purificación de la superficie de la Tierra y la sutilización de todo el planeta, está habiendo una integración cada vez más amplia entre los diversos niveles de conciencia del ser humano.

Debemos resaltar que, en la actual etapa evolutiva de la humanidad terrestre, todo este proceso de desencarnación está siendo alterado y que, en la Tierra futura, nuevas oportunidades estarán disponibles.

En el ciclo venidero, la humanidad estará consciente de lo que ocurre entre las encarnaciones y redimensionará la vida material sobre una perspectiva más próxima de la realidad.

Por tanto, como podemos constatar analizando el trabajo de la conciencia para librarse de los varios cuerpos de la personalidad, no hay razón alguna para sentir miedo a la muerte. Y no hay razón para ese miedo, porque la muerte, como final de todo (y eso es lo que asusta a las personas), no existe!

Veamos ahora el segundo tipo de miedo básico:

B)   El miedo al futuro.

El miedo al futuro se debe a la capacidad de anticipación de la mente, esa capacidad que tiene la posibilidad de transformarse en percepción intuitiva.

La intuición es la comprensión clara de un aspecto de la realidad, consecuencia del contacto entre la conciencia interna del individuo y su mundo abstracto.

Emerge sin que se eche mano del raciocinio e independiente de la actividad mental, la cual puede hasta crearle obstáculos.

La intuición se introduce en la mente y se imprime en el cerebro en el intervalo entre pensamientos. Cuanto mayor fuere ese intervalo, más nítida y completa será su captación.

Para que la intuición se desenvuelva, es importante que el individuo plasme las ideas de modo claro y coherente, estando consciente de su principio, medio y final… y después entregarlas, con desapego, a los propios núcleos internos. Así, el amor-sabiduría inherente a esos núcleos puede fluir con mayor libertad e impregnar los cuerpos externos, viniendo de ahí un nuevo equilibrio, el cual propicia la revelación de la intuición.

En este proceso, el factor Fe es esencial. Sin la Fe existente en el interior del ser, éste queda envuelto por cuestiones psicológicas e intelectuales y queda confinado a meras teorías.

La intuición es delicada, tenue y no se impone.

A veces, se hace presente, pero no llega a ser percibida o se esquiva o se intenta retenerla.

En general, no se le da importancia, por no corresponder a esquemas conocidos!

Aún con la práctica de abrirse a la intuición, su mecanismo se desenvuelve y poco a poco, prevalece sobre el pensamiento automatizado.

El escepticismo, la crítica, el orgullo, el autoritarismo, el disimulo, la complacencia con tendencias retrógradas de la personalidad y el descontrol en el uso de las palabras, entre otros factores, acostumbran a silenciar la voz de la intuición.

En ciertos casos, conceptos y fórmulas preestablecidas pueden ampliar las perspectivas de un individuo, sirviéndole de apoyo para el desenvolvimiento, pero no constituyen conocimiento genuino.

Como la intuición es universal y sintética, considera la realidad presente (única a cada instante), abarca la globalidad de las opciones envueltas y coloca detalle en el debido lugar.

Ella surge pronta, completa, sin elaboraciones previas y sin acarrear duda alguna.

Trigueirinho, en su libro "Paz interna en tiempos críticos" dice:

“Es simple: primero desapegaros de vuestras preferencias y expectativas.

Seguidamente, renunciad a todo lo que sea conseguir resultado, reconociendo la suprema sabiduría que rige todo. Luego, aquietaros y entregaros a esa sabiduría.”

Así que, hasta que la capacidad de anticipación de la mente no se transforme en intuición, la mente proyecta sobre el presente ansiedades, imaginaciones y añoranzas.

Emanaciones del psiquismo colectivo también pueden ser incorporadas por el individuo, tomadas como suyos y pasar a formar parte de su aura sensitiva.

Así, él tiene aprehensiones y sentimientos no originados en sí mismo.

Por consiguiente, no hay que tener miedo al futuro. Para eso, basta entregar las riendas del ser externo a las fuerzas sutiles de los niveles internos, con la certeza de que lo que ocurra podrá no ser aquello que queríamos, pero es, con certeza, algo que necesitamos para continuar evolucionando.

Abordamos ahora el tercer tipo de miedo básico:

C)   El miedo al dolor.

El miedo al dolor físico viene de registros de experiencias del pasado, de esta o de otra encarnación, las cuales están grabadas en el subconsciente. Este tipo de miedo puede emerger de modo claro, o actuar subliminalmente.

Se dice que muchas dolencias se agravan por medio de ese miedo.

El dolor también puede venir de la sensibilidad a los estímulos del mundo formal y es más agudo cuando el individuo está más identificado con los cuerpos materiales.

Al desidentificarse de esos cuerpos, percibe el dolor sin la connotación que poseía y puede entonces comprenderlo como parte de la materia y como una cosa inherente al karma planetario. Conseguida esa claridad, aunque sus cuerpos puedan sufrir, la conciencia, consciente de su realidad inmortal, permanecerá intocada.

Eso trae al ser humano una nueva relación con acontecimientos antes considerados adversos, lo que es positivo. Le trae también mayor capacidad de servir, sobre todo en estos tiempos de purificación intensa.

Adquirida esa especie de dominio sobre sí mismo, se transciende el sentido negativo del dolor y se puede recibir de él enseñanzas.

Los seres humanos acostumbran a prolongar el dolor por estar apegados al mundo externo y por no entregarse al movimiento de la propia esencia. Todo sería diferente si comprendiésemos que el dolor tiene funciones espirituales, morales y físicas… y que por medio de él, se evita la total sumisión a las fuerzas de la materia.

Además, el dolor y éxtasis son aspectos extremos de una misma realidad; son instrumentos para que la ley creadora se revele a quien se deja tocar por su infinito amor.

El ser humano que se una a los núcleos de conciencia profundos, constatará que aquel que sufre no es él, sino una parte de su ser que se resiste a la transformación.

Finalmente, extendámonos un poco sobre el último tipo de miedo básico:

D)   El miedo al fracaso.

Este tipo básico de miedo resulta de la necesidad de autoafirmación de la personalidad.

La personalidad no es más que un conjunto de fuerzas, facultades y energías de los niveles psíquicos del ser humano, que son la materia de los cuerpos mental, astral (o emocional) y el físico-etérico.

Resulta de toda la experiencia del alma sobre la Tierra.

Cuando el pensar, el sentir y el actuar están unidos y en armonía, orientados para la misma meta, se dice que la personalidad está integrada.

Al principio, la personalidad es conducida por el ego. Luego, poco a poco, el alma va adquiriendo el control sobre ella, hasta que, al absorber el albedrío del ego, toma la personalidad por entero. A partir de aquí la personalidad deja de tener comportamiento autónomo y pasa a ser usada como vehículo de expresión del alma en el mundo material.

La evolución superior del individuo no se mide prioritariamente por su personalidad, sino por la esencia de su ser y por el servicio que realiza.

Para unirse, por completo, a las leyes suprafísicas, es necesario que la personalidad no llame la atención sobre sí y esté en sintonía con el centro de la conciencia.

La personalidad desaparece cuando es impregnada por el alma, pues el individuo comprende entonces, por experiencia directa, que todo lo que de positivo y correcto realiza, en verdad, es realizado por energías internas, superiores, apenas por intermedio de él.

Ya los hechos inadecuados son los realizados humanamente.

Ese reconocimiento trae paz al yo consciente y profundiza su entrega al yo profundo.

Es el requisito para trascender el ego.

Por tanto, por esto se prueba que tampoco hay que tener miedo al fracaso.

Continuando el análisis de esta cuestión tan preocupante del miedo, quisiéramos incluir algunas palabras del doctor José María Campos, extraídas de su libro “Curas por la química oculta”. Dice:

“El miedo es un estado profundamente instalado en la conciencia del cuerpo físico del hombre.

Esa conciencia teme la desintegración debido a las experiencias del individuo a lo largo de sus encarnaciones, experiencias que fueron siendo registradas como un patrón vibratorio de gran densidad y al mismo tiempo, de gran poder de inercia.

Vivencias marcadas debido a la acción poderosa de cataclismos naturales, muertes violentas provocadas por el fuego, por el agua y por representantes del reino animal, así como también hambre, pestes, mutilaciones, tensiones sobre-humanas, entre tantas otras condiciones, que introdujeron sus vibraciones hasta el nivel atómico del cuerpo físico influenciando parte de su estructura genética y perpetuándose.

Con la creciente compactación de la materia terrestre, ese estado se fue solidificando.

La sabiduría del mundo interno va, en la medida de lo posible, liberando tales condensaciones, mientras aguarda oportunidades más adecuadas para su transmutación.

Eso ocurre casi siempre en la esfera inconsciente, con la cual el individuo no se comunica, ni debe comunicarse de modo directo.

Cuando la materia terrestre se encamina hacia estados más sutiles y como la estructura de los cuerpos de los seres humanos también se afloja, tales núcleos pueden emerger, en parte, en la conciencia externa del ser.

Cuando el individuo comienza a contactar, de forma más directa, con ese material, pasa a vivir momentos de gran angustia y desesperación, que alteran profundamente su estructura psíquica.

Ese estado puede agravarse aún más si él, por afinidad vibratoria, entra en sintonía con materiales semejantes, presente en la esfera psíquica del planeta.

Este cuadro, denominado “síndrome de pánico” por la medicina oficial, constituye una condición patológica cada vez más frecuente en los seres humanos.

La actuación de fuegos superiores es lo que puede disolver tales condensaciones.

La sintonía del individuo con niveles elevados de conciencia comienza a activar y a expandir en él el fuego de la compasión, de potente acción curativa.

Al olvidarse de sí e ir al encuentro de las necesidades de su entorno, va posibilitando que ese estado sea disuelto poco a poco y sustituído por las vibraciones sutiles de los mundos superiores.”

Con la presente purificación por la que pasa todo planeta, la situación psíquica de la humanidad está cambiando.

Así, habiendo disposición en el individuo para transformarse según su realidad más profunda, el auxilio necesario surge y le conduce a un nuevo estado.

Personalmente, al ser aquí el tema que abordamos sobre el miedo, quisiera añadir algunas palabras de Hermes Trimegisto, extraídas del libro de Trigueirinho “Un nuevo impulso astrológico”:

“Escuchadlo en vosotros mismos y vedlo en el infinito del espacio y del tiempo.
Allí rebota el canto de los astros, la voz de los números, la armonía de las esferas.
En cada sol un pensamiento de Dios y cada planeta un modo de pensamiento.
Es para conocer el pensamiento de Dios.
Oh, almas!, que descendéis y subís penosamente el camino de 7 planetas y de sus 7 cielos.
¿Qué hacen los astros? ¿Qué dicen los números? ¿Qué cuentan las esferas?
Oh, almas perdidas o salvadas, ellos dicen, cantan, cuentan… vuestros destinos!”


Vitorino de Sousa



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LA MUERTE BAJO CONTROL - Serie de 3 audio-conferencias en español de Trigueirinho:

La muerte bajo control – 1
Introducción al acto de morir.

Lo que llamamos muerte es en realidad una transformación y un cambio de dimensión, para lo cual podemos prepararnos con serenidad.


La muerte bajo control – 2
Las tres etapas de la muerte física.

El alma desencarna por etapas. En cada una aumenta el abandono de sus cuerpos y crece su atracción por la vida que comienza. Este proceso puede realizarse con mucha armonía.


La muerte bajo control – 3
Cuando el alma se libera.

Después de la muerte el alma ingresa en un nuevo estado de consciencia, el cual dependerá de la forma de vida que llevó. Asimilará las lecciones que recibió su permanencia sobre la Tierra.



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La muerte, en juicio sereno, es el único objetivo de nuestra vida.
(Wolfgang Amadeus Mozart)

Si la muerte no fuese el preludio a otra vida, la vida presente sería una broma cruel” (Anónimo)

Dijo Krishna a Arjuna: “Tú y yo hemos vivido muchas vidas. Tú las has olvidado. Yo las recuerdo todas.” (Bhagavad Gita - El Canto del Señor).

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