EL MIEDO Y LO QUE
OCURRE TRAS LA MUERTE FÍSICA
(Este texto fue
elaborado con base en algunas palabras del “Glosario
esotérico” de Trigueirinho).
El miedo viene
de la influencia de ciertas fuerzas que actúan en los subniveles más densos del
nivel astral terrestre.
Antes de
continuar, como ejemplo y para que se perciba mejor lo que se entiende por
nivel astral terrestre, veamos un pequeño resumen donde se muestra el esquema
de los diversos niveles de conciencia.
Esquema
Se puede decir
que la existencia está constituída por varios niveles, donde la Conciencia Única, más
usualmente llamada Dios, se presenta en diferentes grados de vibración.
Cada nivel
corresponde a leyes específicas y se subdividen en diferentes subniveles.
Un nivel es un
mundo con sus habitantes, su vida, sus leyes de evolución y sus metas.
El ser se
integra con esos mundos por medio de cuerpos o vehículos de expresión,
constituidos, cada uno, por la sustancia del nivel en que se manifiesta.
El
desenvolvimiento interno del ser, o el servicio que debe prestar, determina el
nivel en que ese ser se polariza y manifiesta.
Desde el punto
de vista de este sistema solar en su actual gran ciclo de manifestación, el
nivel físico cósmico tiene 7 subniveles fundamentales, el astral cósmico se reparte
en 5 subniveles y el mental cósmico en 3.
Por tanto, el
miedo viene de la influencia de ciertas fuerzas que actúan en los subniveles
más densos del nivel astral terrestre.
Así, en cuanto
la persona se mantuviera polarizada en los planos materiales, permanecerá
susceptible y abierta a la vivencia de ese sentimiento.
Como hablamos de
planos materiales, antes de continuar analizando lo que es el miedo, conviene
abordar lo que se entiende por materia:
En el sentido
normal empleado en la enseñanza esotérica, materia designa el estado en que la
energía es perceptible a los sentidos:
Comprende el
“mundo material”, o sea, el nivel mental, el nivel astral (o emocional) y el
físico con su doble etérico.
Por tanto,
pensamientos y sentimientos pertenecen a este “mundo material”, compuesto por
aquello que se designa por materia. Son ellos los que generan el miedo.
En tanto,
independientemente de la definición que se le dé, la comprensión de lo que, de
hecho, es la materia, viene de la comprensión de su esencia.
A través de los
sentidos, el ser humano capta apenas una faceta de la realidad, ya que los
sentidos se limitan a partes específicas de la vastísima gama de vibraciones,
partes estas que son sobremanera estrechas comparadas con la totalidad de la
existencia.
Las impresiones
percibidas por los sentidos son transmitidas a la mente y en ellas son
compuestas las imágenes del llamado “mundo exterior”.
Lo que se tiene
como materia concreta y mundo material es, en verdad, una imagen mental.
Todo el Cosmos
proviene de la misma fuente – La
Mente Única y está hecho, todo él, de la misma sustancia, la
sustancia de esa mente, aunque evidentemente esa sustancia se plasme a través
de una enorme gama de vibraciones. Por tanto, Todo es energía!
Así pues “el
mundo es una apariencia, viéndose como un proceso, pero es real, si fuese
encarado como una única sustancia… Cuando, finalmente, somos capaces de ver el
espíritu en la materia y la materia en el espíritu, simultáneamente, se dice
que percibimos lo interno.
Percibimos
entonces que la Tierra ,
con su tono acastañado, cubierta por una capa verde y ondulándose por colinas y
valles, no es una sustancia menos real que el Vacío, ni menos divina en
esencia, a pesar de ser su forma tan sólo una imagen mental, pasajera.
Sentimos que es
parte del misterioso Único, parte que, por la sabiduría, no puede ser separada
de lo que la sustenta”.
Por tanto,
volviendo al miedo, en cuanto la persona se mantiene polarizada en los planos
materiales, permanece susceptible y abierta a la vivencia de ese sentimiento.
Los miedos
subconscientes son más numerosos que los conscientes y están directa o
indirectamente ligados al miedo a la muerte, a los apegos, a la incomprensión
de la verdadera naturaleza del ser – que es inmortal - .
En los animales,
el miedo presenta características diferentes de aquellas que se hacen notar en
los seres humanos, ya que, en éstos, el miedo es aumentado por elementos
psicológicos e imaginativos.
Como el miedo
surge del envolvimiento con las fuerzas de la materia y sus ilusiones, el
individuo unido a la propia esencia, nada teme.
Limitar la
conciencia al ámbito personal, provoca la idea de poseer. Pero si la conciencia
silenciara la voz de los apegos, de la curiosidad y del sentido de poseer, de
hecho, nada habría de temer.
La psicología
esotérica cita algunos miedos básicos del ser humano:
A) El miedo a la muerte.
B) El miedo al futuro.
C) El miedo al dolor.
D) El miedo al fracaso.
Veamos un poco
más detalladamente cada uno de estos tipos de miedo básico:
A) El miedo a la muerte.
El miedo a la
muerte es fruto de la ignorancia acerca del proceso de restitución de los
cuerpos al depósito (reservorio) general de los átomos, en el término de cada
encarnación.
Al fin y al
cabo, la desencarnación es apenas el proceso a través del cual la conciencia
del ser abandona los cuerpos temporales (el físico-etérico, el astral-emocional
y el mental analítico) cada uno a su tiempo, para concentrarse en dimensiones
suprafísicas, por un período más o menos prolongado.
Pero,
acompañemos el camino que la conciencia hace, a partir del momento en que se
retira del cuerpo físico:
A partir de la
última respiración, la conciencia da inicio al momento de recogerse en sí
misma, abandonando la red de éteres que mantenía al cuerpo físico integrado y
vitalizado. Esta red de éteres, el cuerpo etérico, queda entonces deshabitada y
lleva, normalmente, algunas horas para deshacerse.
A menos que el
cuerpo físico sea incinerado, la tendencia de una conciencia menos evolucionada
es permanecer en los alrededores de él. Esa conciencia ingresa entonces en una
especie de sueño profundo, pues no está suficientemente madura para integrarse
de modo lúcido en los niveles sutiles.
Ya el individuo
de media evolución, experimenta, tras retirarse del cuerpo físico y del etérico,
algo que se asemeja a un despertar de un rápido sueño y prosigue, en el plano
siguiente, el astral, las experiencias y el ritmo de vida de su reciente
encarnación. Las reacciones, sentimientos, deseos y envolvimientos con actos
concretos son los mismos de antes. En esta fase, en general, él procura
perpetuar situaciones vividas. Eso es posible hasta cierto punto, porque, como
la materia del plano astral es fluída, fácilmente se es capaz de plasmar lo que
es inducido por los deseos.
Tan verídicas
pueden parecer tales creaciones, que muchos tardan en reconocer que
desencarnaron y están ahora en otro plano.
Cuanto más
egoísta fue un individuo, mayor fue su unión con el mundo concreto.
De este modo,
prosigue experimentándose, en este plano astral-emocional, las sensaciones no
siempre depuradas, que conoció y vivenció en la vida externa.
Vínculos
sentimentales continúan existiendo, aunque en general no haya comunicación
directa con las entidades que quedaron encarnadas. Figuras y situaciones por él
son creadas, como vivencias nostálgicas.
Pasa un tiempo
hasta que la conciencia consigue desprenderse de los hábitos adquiridos por la
personalidad en su existencia física, los cuales no son más que escorias de una
encarnación terminada.
Por vía de la
atracción ejercida por el yo profundo, la conciencia se desliga finalmente del
plano astral-emocional y pasa al plano mental.
En el plano
mental entra en contacto con sus ideales y puede reconocer, en ese nivel, la
energía paradisíaca que alimentó sus mejores pensamientos durante el paso por
el mundo físico.
Mientras la
conciencia está polarizada en el cuerpo mental, tiene dos tareas para cumplir,
antes de recogerse a un nivel más interno:
La primera es
disolver los sedimentos emocionales remanentes, lo que se consigue con el
auxilio de energías que fluyen de sus núcleos más profundos;
La segunda tarea
es destruir el propio cuerpo mental, usando el poder emanado de esos núcleos.
La etapa en el
plano mental puede no ser duradera, pues el alma, dependiendo del nivel
evolutivo y de la potencia interna que adquirió, comienza a recogerse en el
propio centro y por un acto de voluntad, acaba por abandonar también el cuerpo
mental.
Después de haber
sido abandonado por la conciencia, este cuerpo mental, tal como sucedió con el
cuerpo astral-emocional y el cuerpo etérico, acabará por desintegrarse.
Así, la
conciencia, finalmente desprendida de los cuerpos externos, puede estabilizarse
en su centro. A esta altura, lo que queda de la personalidad es una síntesis,
una semilla guardada en la memoria sutil del individuo, la cual servirá para
atraer la materia de los cuerpos que servirán para la encarnación siguiente.
Después de
desencarnar del cuerpo físico y de haberse disuelto el cuerpo etérico; después
de desocupar el cuerpo astral-emocional y el cuerpo mental, el ser de media
evolución, ya completamente desencarnado, experimenta la vida del alma, en el
nivel causal, donde va quedando cada vez más libre de las fuerzas de la materia.
Ya el ser más
evolucionado, al desencarnar, puede liberarse fácilmente de los cuerpos de la
personalidad y recogerse casi de inmediato en el alma o en núcleos aún más
internos.
Así, liberado de
las fuerzas materiales, continúa su aprendizaje y evolución en otras órbitas
planetarias.
Para estas
almas, que ya adquirieron un alto grado de lucidez, se abren posibilidades de
desenvolvimiento en otras esferas de vida, desenvolvimientos que el mundo
concreto no puede ofrecerles.
Podrá
interactuar con la conciencia extraterrestre o con la intraterrena, lo que se
reflejará de modo favorable en la formación de sus cuerpos futuros, en una
encarnación posterior.
En general, el
intervalo entre reencarnaciones fue siendo progresivamente reducido en esta
humanidad, no sólo para proveer más oportunidades de evolución en los planos
externos de la vida, como también para la disminución de la promiscuidad
sexual, que atrajo para el mundo físico muchas almas, la mayoría de las cuales
están básicamente mal preparadas.
Con la
purificación de la superficie de la
Tierra y la sutilización de todo el planeta, está habiendo
una integración cada vez más amplia entre los diversos niveles de conciencia
del ser humano.
Debemos resaltar
que, en la actual etapa evolutiva de la humanidad terrestre, todo este proceso
de desencarnación está siendo alterado y que, en la Tierra futura, nuevas
oportunidades estarán disponibles.
En el ciclo
venidero, la humanidad estará consciente de lo que ocurre entre las
encarnaciones y redimensionará la vida material sobre una perspectiva más próxima
de la realidad.
Por tanto, como
podemos constatar analizando el trabajo de la conciencia para librarse de los
varios cuerpos de la personalidad, no hay razón alguna para sentir miedo a la
muerte. Y no hay razón para ese miedo, porque la muerte, como final de todo (y
eso es lo que asusta a las personas), no existe!
Veamos ahora el
segundo tipo de miedo básico:
B) El miedo al futuro.
El miedo al
futuro se debe a la capacidad de anticipación de la mente, esa capacidad que
tiene la posibilidad de transformarse en percepción intuitiva.
La intuición es
la comprensión clara de un aspecto de la realidad, consecuencia del contacto
entre la conciencia interna del individuo y su mundo abstracto.
Emerge sin que
se eche mano del raciocinio e independiente de la actividad mental, la cual
puede hasta crearle obstáculos.
La intuición se
introduce en la mente y se imprime en el cerebro en el intervalo entre
pensamientos. Cuanto mayor fuere ese intervalo, más nítida y completa será su
captación.
Para que la
intuición se desenvuelva, es importante que el individuo plasme las ideas de
modo claro y coherente, estando consciente de su principio, medio y final… y
después entregarlas, con desapego, a los propios núcleos internos. Así, el
amor-sabiduría inherente a esos núcleos puede fluir con mayor libertad e
impregnar los cuerpos externos, viniendo de ahí un nuevo equilibrio, el cual
propicia la revelación de la intuición.
En este proceso,
el factor Fe es esencial. Sin la Fe
existente en el interior del ser, éste queda envuelto por cuestiones
psicológicas e intelectuales y queda confinado a meras teorías.
La intuición es
delicada, tenue y no se impone.
A veces, se hace
presente, pero no llega a ser percibida o se esquiva o se intenta retenerla.
En general, no
se le da importancia, por no corresponder a esquemas conocidos!
Aún con la
práctica de abrirse a la intuición, su mecanismo se desenvuelve y poco a poco,
prevalece sobre el pensamiento automatizado.
El escepticismo,
la crítica, el orgullo, el autoritarismo, el disimulo, la complacencia con
tendencias retrógradas de la personalidad y el descontrol en el uso de las
palabras, entre otros factores, acostumbran a silenciar la voz de la intuición.
En ciertos
casos, conceptos y fórmulas preestablecidas pueden ampliar las perspectivas de
un individuo, sirviéndole de apoyo para el desenvolvimiento, pero no
constituyen conocimiento genuino.
Como la
intuición es universal y sintética, considera la realidad presente (única a
cada instante), abarca la globalidad de las opciones envueltas y coloca detalle
en el debido lugar.
Ella surge
pronta, completa, sin elaboraciones previas y sin acarrear duda alguna.
Trigueirinho, en
su libro "Paz interna en tiempos críticos" dice:
“Es simple:
primero desapegaros de vuestras preferencias y expectativas.
Seguidamente,
renunciad a todo lo que sea conseguir resultado, reconociendo la suprema
sabiduría que rige todo. Luego, aquietaros y entregaros a esa sabiduría.”
Así que, hasta
que la capacidad de anticipación de la mente no se transforme en intuición, la
mente proyecta sobre el presente ansiedades, imaginaciones y añoranzas.
Emanaciones del
psiquismo colectivo también pueden ser incorporadas por el individuo, tomadas
como suyos y pasar a formar parte de su aura sensitiva.
Así, él tiene
aprehensiones y sentimientos no originados en sí mismo.
Por
consiguiente, no hay que tener miedo al futuro. Para eso, basta entregar las
riendas del ser externo a las fuerzas sutiles de los niveles internos, con la
certeza de que lo que ocurra podrá no ser aquello que queríamos, pero es, con
certeza, algo que necesitamos para continuar evolucionando.
Abordamos ahora
el tercer tipo de miedo básico:
C) El miedo al dolor.
El miedo al
dolor físico viene de registros de experiencias del pasado, de esta o de otra
encarnación, las cuales están grabadas en el subconsciente. Este tipo de miedo
puede emerger de modo claro, o actuar subliminalmente.
Se dice que
muchas dolencias se agravan por medio de ese miedo.
El dolor también
puede venir de la sensibilidad a los estímulos del mundo formal y es más agudo
cuando el individuo está más identificado con los cuerpos materiales.
Al
desidentificarse de esos cuerpos, percibe el dolor sin la connotación que
poseía y puede entonces comprenderlo como parte de la materia y como una cosa
inherente al karma planetario. Conseguida esa claridad, aunque sus cuerpos
puedan sufrir, la conciencia, consciente de su realidad inmortal, permanecerá
intocada.
Eso trae al ser
humano una nueva relación con acontecimientos antes considerados adversos, lo
que es positivo. Le trae también mayor capacidad de servir, sobre todo en estos
tiempos de purificación intensa.
Adquirida esa
especie de dominio sobre sí mismo, se transciende el sentido negativo del dolor
y se puede recibir de él enseñanzas.
Los seres
humanos acostumbran a prolongar el dolor por estar apegados al mundo externo y
por no entregarse al movimiento de la propia esencia. Todo sería diferente si
comprendiésemos que el dolor tiene funciones espirituales, morales y físicas… y
que por medio de él, se evita la total sumisión a las fuerzas de la materia.
Además, el dolor
y éxtasis son aspectos extremos de una misma realidad; son instrumentos para
que la ley creadora se revele a quien se deja tocar por su infinito amor.
El ser humano
que se una a los núcleos de conciencia profundos, constatará que aquel que
sufre no es él, sino una parte de su ser que se resiste a la transformación.
Finalmente,
extendámonos un poco sobre el último tipo de miedo básico:
D) El miedo al fracaso.
Este tipo básico
de miedo resulta de la necesidad de autoafirmación de la personalidad.
La personalidad
no es más que un conjunto de fuerzas, facultades y energías de los niveles
psíquicos del ser humano, que son la materia de los cuerpos mental, astral (o
emocional) y el físico-etérico.
Resulta de toda
la experiencia del alma sobre la
Tierra.
Cuando el
pensar, el sentir y el actuar están unidos y en armonía, orientados para la
misma meta, se dice que la personalidad está integrada.
Al principio, la
personalidad es conducida por el ego. Luego, poco a poco, el alma va
adquiriendo el control sobre ella, hasta que, al absorber el albedrío del ego,
toma la personalidad por entero. A partir de aquí la personalidad deja de tener
comportamiento autónomo y pasa a ser usada como vehículo de expresión del alma
en el mundo material.
La evolución
superior del individuo no se mide prioritariamente por su personalidad, sino
por la esencia de su ser y por el servicio que realiza.
Para unirse, por
completo, a las leyes suprafísicas, es necesario que la personalidad no llame
la atención sobre sí y esté en sintonía con el centro de la conciencia.
La personalidad
desaparece cuando es impregnada por el alma, pues el individuo comprende
entonces, por experiencia directa, que todo lo que de positivo y correcto
realiza, en verdad, es realizado por energías internas, superiores, apenas por
intermedio de él.
Ya los hechos
inadecuados son los realizados humanamente.
Ese
reconocimiento trae paz al yo consciente y profundiza su entrega al yo profundo.
Es el requisito
para trascender el ego.
Por tanto, por
esto se prueba que tampoco hay que tener miedo al fracaso.
Continuando el
análisis de esta cuestión tan preocupante del miedo, quisiéramos incluir
algunas palabras del doctor José María Campos, extraídas de su libro “Curas
por la química oculta”. Dice:
“El miedo es un
estado profundamente instalado en la conciencia del cuerpo físico del hombre.
Esa conciencia
teme la desintegración debido a las experiencias del individuo a lo largo de
sus encarnaciones, experiencias que fueron siendo registradas como un patrón
vibratorio de gran densidad y al mismo tiempo, de gran poder de inercia.
Vivencias
marcadas debido a la acción poderosa de cataclismos naturales, muertes
violentas provocadas por el fuego, por el agua y por representantes del reino
animal, así como también hambre, pestes, mutilaciones, tensiones sobre-humanas,
entre tantas otras condiciones, que introdujeron sus vibraciones hasta el nivel
atómico del cuerpo físico influenciando parte de su estructura genética y
perpetuándose.
Con la creciente
compactación de la materia terrestre, ese estado se fue solidificando.
La sabiduría del
mundo interno va, en la medida de lo posible, liberando tales condensaciones,
mientras aguarda oportunidades más adecuadas para su transmutación.
Eso ocurre casi
siempre en la esfera inconsciente, con la cual el individuo no se comunica, ni
debe comunicarse de modo directo.
Cuando la
materia terrestre se encamina hacia estados más sutiles y como la estructura de
los cuerpos de los seres humanos también se afloja, tales núcleos pueden
emerger, en parte, en la conciencia externa del ser.
Cuando el
individuo comienza a contactar, de forma más directa, con ese material, pasa a
vivir momentos de gran angustia y desesperación, que alteran profundamente su
estructura psíquica.
Ese estado puede
agravarse aún más si él, por afinidad vibratoria, entra en sintonía con
materiales semejantes, presente en la esfera psíquica del planeta.
Este cuadro,
denominado “síndrome de pánico” por la medicina oficial, constituye una
condición patológica cada vez más frecuente en los seres humanos.
La actuación de
fuegos superiores es lo que puede disolver tales condensaciones.
La sintonía del
individuo con niveles elevados de conciencia comienza a activar y a expandir en
él el fuego de la compasión, de potente acción curativa.
Al olvidarse de
sí e ir al encuentro de las necesidades de su entorno, va posibilitando que ese
estado sea disuelto poco a poco y sustituído por las vibraciones sutiles de los
mundos superiores.”
Con la presente
purificación por la que pasa todo planeta, la situación psíquica de la
humanidad está cambiando.
Así, habiendo
disposición en el individuo para transformarse según su realidad más profunda,
el auxilio necesario surge y le conduce a un nuevo estado.
Personalmente,
al ser aquí el tema que abordamos sobre el miedo, quisiera añadir algunas
palabras de Hermes Trimegisto, extraídas del libro de Trigueirinho “Un nuevo
impulso astrológico”:
“Escuchadlo en
vosotros mismos y vedlo en el infinito del espacio y del tiempo.
Allí rebota el
canto de los astros, la voz de los números, la armonía de las esferas.
En cada sol un
pensamiento de Dios y cada planeta un modo de pensamiento.
Es para conocer
el pensamiento de Dios.
Oh, almas!, que
descendéis y subís penosamente el camino de 7 planetas y de sus 7 cielos.
¿Qué hacen los
astros? ¿Qué dicen los números? ¿Qué cuentan las esferas?
Oh, almas
perdidas o salvadas, ellos dicen, cantan, cuentan… vuestros destinos!”
Vitorino de Sousa
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La muerte bajo control – 1
Introducción al acto de morir.
Lo que llamamos
muerte es en realidad una transformación y un cambio de dimensión, para lo cual
podemos prepararnos con serenidad.
La muerte bajo
control – 2
Las tres etapas
de la muerte física.
El alma
desencarna por etapas. En cada una aumenta el abandono de sus cuerpos y crece
su atracción por la vida que comienza. Este proceso puede realizarse con mucha
armonía.
La muerte bajo
control – 3
Cuando el alma
se libera.
Después de la
muerte el alma ingresa en un nuevo estado de consciencia, el cual dependerá de
la forma de vida que llevó. Asimilará las lecciones que recibió su permanencia
sobre la Tierra.
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“La muerte, en juicio sereno, es el único
objetivo de nuestra vida.”
(Wolfgang
Amadeus Mozart)
“Si la muerte no fuese el preludio a otra
vida, la vida presente sería una broma cruel” (Anónimo)
Dijo Krishna a
Arjuna: “Tú y yo hemos vivido muchas
vidas. Tú las has olvidado. Yo las recuerdo todas.” (Bhagavad Gita - El
Canto del Señor).
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