La Formación de Curadores
(Informe
de
Trigueirinho)
La cura espiritual
está ampliándose en los planos internos
de la consciencia y se refleja en el
plano físico, devolviéndoles a las personas la salud y el equilibrio.
Pero para que esto suceda no tenemos
que estar buscando fenómenos ni realizaciones personales.
Esa cura interior sólo depende de que, entregados con pureza a la Voluntad de nuestro
ser interior, nos coloquemos al servicio del Plan evolutivo.
La
formación de servidores para el trabajo
de cura espiritual tiene lugar en
toda la órbita de la Tierra,
y la presencia de la energía salvadora y purificadora
que ellos generen, se hará sentir
a medida que se agrave el caos mundial.
La cura espiritual
llegó al ámbito terrestre en la Grecia
Antigua. En aquella época, el mítico Escapulario sirvió de polo irradiador,
manifestando cientos de centros de cura
que propiciaban profundas
transformaciones en las personas, principalmente
durante el sueño.
Las
bases de la medicina actual surgieron
de la actividad exotérica de esos centros, pero la cura espiritual se retiró
a los niveles internos del planeta y comenzó a actuar por medio de energías
suprafísicas
y de los seres que las canalizan: los curadores espirituales.
Un curador
puede ser una Entidad espiritual o una
Jerarquía
que exista en niveles incorpóreos,
como así también un ser que, aunque
esté encarnado, tenga la capacidad de recibir, transformar e irradiar energías
de cura en la potencia y en el grado justo para cada situación. Seres
así raramente se encuentran en
este planeta, pero existen muchos en formación.
Los
centros de cura y los curadores espirituales
tienen como tarea básica conducir a la Tierra
y a la humanidad que habita su superficie
por el camino de la verdad, ordenando
el curso de la vida en base al propósito de su existencia, a la realización
del estado de perfección de la esencia
interior. Por consiguiente, no sólo se dedican a sanar enfermedades,
sino a ayudar a los seres para que entren
en sintonía con esa perfección
existente en su interior. Las enfermedades
podrán desaparecer como consecuencia de esa sintonía, y por ello son factores
secundarios. Si la persona es receptiva
a la realidad interior,
la cura se produce espontáneamente. Entonces,
se puede decir que a lo largo de la evolución cada ser se vuelve su propio curador.
Portales
en la senda de la cura
No
existen escuelas en el plano físico para formar
curadores. Esa formación
se logra debido a la madurez interior
y a la correspondiente madurez del yo consciente que actúa en el mundo del vivir humano; es una transformación guiada por el núcleo de consciencia espiritual
de la persona y por los instructores
que habitan los planos internos de la existencia.
Para que alguien entre en la senda de los curadores y perciba
las Jerarquías espirituales de cura,
es necesario que la búsqueda de la
esencia del propio ser sea una prioridad
en su vida, y que esa búsqueda prevalezca por sobre cualquier otro
interés o actividad. Los que
únicamente ansían la salud en el plano material, se apartan
de la senda de la verdadera cura, la cura
espiritual, para la cual se
necesita anhela tan sólo la esencia inmaterial, sin ninguna ambición.
Antes
de iniciar su formación, el curador se dedicará
a crear armonía y colaborará
en el cumplimiento del Plan evolutivo.
Pero no siempre lo hará conscientemente, dado que en ese camino
no se puede conducir la energía según
la voluntad humana. Debe renunciar,
en todos los niveles de su ser, a interferir
en la evolución de quien quiera que sea.
Así, de a poco será impregnado de energías exentas de karma material, energías provenientes
de regiones sublimes del cosmos.
Principios del
arte de curar
1. Aquel que reconoce en sí mismo una conexión con la energía de cura tiene que aprender a callar los sentidos. Esto se logra enfocando la mente, con perseverancia y determinación,
en el centro del ser. O,
si fuere posible, en el centro de luz espiritual, la Jerarquía, o en ámbitos más profundos como el Centro del cosmos, suprema Fuente Creadora
de todas las cosas.
2. Es
necesario que aprenda a decir no a aquello que lo aparta
del verdadero camino. Muchas pruebas vendrán, y ante ellas debe estar sereno y firme.
3. Debe vivir
con devoción, lo cual no significa alimentar expresiones emotivas. La cura
no enfoca falsas proyecciones, sino la esencia. Para llegar a la esencia es necesaria devoción pura, que en el silencio
nace y en el silencio se profundiza.
4. La fe
también es necesaria. Así,
la búsqueda de confirmaciones externas debe reemplazarse por
una fe inconmovible en el poder supremo que sustenta el universo.
Pero el curador no debe pretender
canalizar ese poder conforme
a sus tendencias humanas.
5. Se debe cultivar el desapego. El curador
sólo puede actuar si está desapegado
de los resultados de sus acciones y
también del mundo formal.
Esa es la vía para restituirle
a la forma su patrón original,
y el curador la adopta para que se asuma
el camino de retorno a los mundos superiores –y no para que se confirmen los patrones ya establecidos.
6. Es necesario
olvidarse de lo conocido y estar receptivo
a lo desconocido. De la entrega de sí mismo al mundo interior
nace la síntesis que requiere la tarea de cura.
7. Las
manos del curador deben ser puras, así como su mirada.
Del corazón aprende las lecciones del Gran
Fuego, de donde provienen las energías curadoras.
8. La humildad nace de la reverencia,
y el curador debe cultivarla. Los orgullosos
están lejos de esa senda.
9. La comprensión
emerge del silencio. El pensamiento
debe dar lugar a la silenciosa presencia
del ser interior. El curador
debe volverse, por lo tanto,
receptivo a su sublime emanación.
10. Se debe abolir lo superfluo, reconocer
y vivir las leyes universales.
11. El control
de la palabra es esencial. Usará
la palabra como vehículo de cura.
12. Sus expectativas y sus planes deben ser
quemados en el ardor de la entrega. Tendrá
una única voluntad: realizar la Voluntad de su ser interno.
13. Sabrá
que su vida ya no le pertenece. Además, en su labor debe reconocer la energía
del grupo interno de almas al que está
coligado, y aprender a ser un canal cristalino de ella.
14. Podrán
transmitirle instrucciones por diferentes
vías, pero todas dependen de la estabilidad
y del nivel de su sintonía interna. Hay que destacar la necesidad de precisión
al actuar, consecuencia del
vaciamiento del ser.
15. El curador debe abolir el mercantilismo de su
actividad. No es lícito cobrar
por lo que la Fuente de Vida da gratuitamente.
16. En el acto de cura, el curador
es un mero instrumento, no su autor. Debe saberlo para que
el olvido de sí sea la plomada en la construcción
del patrón
vibratorio a ser manifestado.
17. El curador también reconoce
que la manifestación de la abundancia
universal suple toda necesidad verdadera.
18. Él debe superar el miedo y disipar la
duda.
19. Tiene que reconocer que él mismo forma parte
de la Gran Hermandad, y dejarse impregnar por
la sabiduría y por la luz que emana de ella.
20. Debe aprender
a amar la esencia y, así,
trascender la forma.
21. Debe aprender
a percibir, en la oscuridad, la presencia
de la Luz.
En el
pasado, los sabios actuaban como curadores, pero no por eso manipulaban pociones.
Su irradiación benéfica actuaba a distancia, y realizaron grandes
hechos invisiblemente.
El curador
no se preocupa con ser reconocido por el mundo. Su atención
se dirige a esferas distantes, y sabe
que la única aprobación auténtica proviene de los mundos internos, de la propia
consciencia espiritual y eterna.
La instrucción interna hoy es accesible a un mayor número de seres, y por eso las Jerarquías
espirituales de cura reciben
nuevos grupos. Pero la selección es necesaria, la ley debe seguirse fielmente: no se
puede entregar el fuego de los cielos
a los incautos. Sí, la humildad es el signo del curador.
(Adaptado del
libro de Trigueirinho “La formación de curadores”, Editorial Kier, Argentina)
Extracto del libro “De
las Luchas a la Paz” de Trigueirinho:
Es
delicada la situación de los jóvenes y de los niños en esta etapa de transición planetaria. Las semillas de una
nueva vida claman por germinar, y los hábitos de una civilización degradada insisten en permanecer. ¿Sabéis reconocer
el límite entre lo realmente nuevo y la repetición de viejos patrones
bajo nuevos ropajes?
Al preparar un pan,
se han de incorporar
los ingredientes adecuadamente y, en el momento correcto, se lo ha de llevar al calor
del fuego. Así es el trabajo con
los niños, y ahora ha llegado el momento de acercarlo
al fuego del Espíritu.
No temáis por lo que suceda, pues a ellos ha de dárseles esa oportunidad.
No sólo
se pide la intención, urge una acción en los niveles materiales, traer a la Tierra
lo que habita en el Cielo, elevar al Cielo lo que tocáis en la Tierra. Mucho
más allá de este mundo está la vida que os anima.
Textos extraídos de libros de TRIGUEIRINHO, acá:
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