EN NOMBRE DE LA
CLARIDAD
por Trigueirinho
La
situación de la Tierra es delicada. Tal hecho, a pesar de en cierto grado estar
siendo traído al público desde el final del siglo pasado, no recibió la debida
atención. Ya estamos viviendo momentos críticos y agudos, pero la gran mayoría
de las personas — aún las que se interesan por la búsqueda espiritual —
permanece entorpecida por los medios de comunicación y por la propaganda. Se
mantiene así apartada de decisiones internas y externas importantes con
respecto a la presente crisis planetaria, y muchas serán cogidas por sorpresa
por los acontecimientos catastróficos que se anuncian en el escenario mundial.
¿Qué hacer?
No
vivimos tiempos normales. Para cada fase de una enfermedad, una acción
específica se hace necesaria. Lo que podría haber ayudado ayer se muestra
ineficaz y hasta dispersivo hoy. La experiencia confirma: movimientos de
protesta, luchas por mejoras sociales, económicas y políticas no consiguen
amainar esa situación. Asistimos a la sustitución de una teoría por otra, de un
régimen por otro, de un líder por otro, pero ningún cambio genuino en la
mentalidad humana.
Estructuras
e instituciones están deterioradas por los sucesivos errores cometidos a través
de los siglos y no son más susceptibles de reformas; el mal está tan infiltrado
en ellas que no permite transformaciones verdaderas. ¿Cómo actuar?
En
la vida universal, de la cual la Tierra es sólo una fracción, hay diferentes
escalones de seres y consciencias. La evolución no es conducida por el hombre,
ni la existencia se restringe al mundo tangible. En verdad, lo invisible es
base y origen de lo visible.
Imagen
extraída de aquí:
El
campo de acción de las fuerzas en conflicto en el planeta y en el ser humano es
la consciencia. Esas fuerzas tienen que transmutarse en el ser para que se
transmuten en el mundo. ¿Podemos colaborar en ese proceso? Sí, efectivamente;
pero no podemos controlarlo. Energías supra-humanas, espirituales, rigen la
evolución de los mundos.
En
esta época, la transformación de la vida terrestre es inevitable. Llegamos a un
punto en que grandes ciclos universales se completan y otros se inician. La
acción y el querer humanos no pueden impedir esa transformación, ni hacer con
que ocurra. Ella transciende el ámbito de las personas y el libre albedrío; ya
ha comenzado un cambio en la propia estructura magnética de la Tierra y en su
relación con la vida solar y cósmica. Abarca todos los campos de existencia en
el planeta y trae cambios en la inclinación de su eje magnético, en su corteza,
en su clima y en la conformación de los continentes y de los mares: trae
también el surgimiento de nuevas especies y la desaparición de otras.
Posibilita, además, la implantación suprafísica de un nuevo código genético en
la humanidad de superficie y su contacto lúcido con civilizaciones
evolucionadas, de otras dimensiones de este mismo planeta o del espacio
sideral.
Pero
esto no significa que debamos permanecer indiferentes al transcurso de esos
momentáneos hechos mundiales. Por el contrario, significa que nos debemos
adherir al movimiento transformador que se opera en la consciencia antes de
reflejarse externamente. Así, si por un lado la transformación en la Tierra es
inevitable — por obra y gracia de Inteligencias cósmicas —, por otro lado el
modo como transcurre depende de la participación humana.
Es
con base en el conocimiento del propio ser interior que el hombre puede transcender
las apariencias y la fascinación que ellas ejercen, que puede dejar de
avergonzarse por las fuerzas involutivas que manejan y manejarán las
estructuras de esta civilización aún por algún tiempo, y que puede contribuir
conscientemente para la transformación planetaria.
Siendo
ese conocimiento del ser interior una experiencia íntima y no sólo una
elaboración teórica o un sentimiento idealista, con él individuos y grupos
entrarán realmente en una nueva vida — sin que autoridad alguna precise
guiarlos según las falsas concepciones que hoy predominan. Con el contacto
interior, ellos sabrán que sus acciones positivas y sus expansiones de
consciencia se reflejan en los demás, pues no hay separación entre ellos y sus
semejantes, entre ellos y el universo.
Extraído
del boletín “Señales de Figueira”, de Trigueirinho
Irdin Editora
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