lunes, 27 de enero de 2014

Trigueirinho – LEYES PARA EL DESARROLLO INTERIOR (2)


Trigueirinho – LEYES PARA EL DESARROLLO INTERIOR (2)


Ley del Esfuerzo

Mientras está limitada al mundo material, la evolución se produce en base a la ley del esfuerzo, que se manifiesta muy claramente en la vida de la humanidad y en la de los reinos infrahumanos. Esta ley muestra que, para implantar un nuevo estado vibratorio que supere los patrones establecidos, se necesita empeño y persistencia.

Es, pues, una ley de luchas, basada en el funcionamiento y en la dinámica de los fuegos fricativos.

Cuando el ser se ingresa en etapas superiores, su energía es absorbida en el servicio, en la donación abnegada, en la realización de la tarea evolutiva que le es confiada. A partir de este punto, comienza a trascender esta ley y, sin que se esfuerce, el servicio se vuelve expresión de su propia existencia.

En la etapa en la que predomina la energía interna, hay otras leyes que rigen la evolución de los hombres. El mundo externo permanece con las leyes que le son propias, pero el ser ya no está a merced de ellas y avanza contando no sólo con posibilidades humanas: establece contacto con fuegos solares y mantiene su conciencia por encima del nivel de las luchas, aunque conviva con este nivel y creativamente construya en él las obras necesarias para la revelación interior.

Ley de la Entrega

La entrega a lo que es evolutivo permite la integración de los diversos núcleos de conciencia del ser, y también su fusión en el cosmos. Es vivida y expresada por medio de la continua renovación de los votos interiores.

El ser alcanza la conciencia del alma cuando su vida está entregada a la conducción interior.

Aquel que verdaderamente efectúa tal entrega no espera recompensas, tampoco busca satisfacciones. Sabe que esta ley es el hilo que lo conduce en el laberinto de la existencia humana, es el sendero seguro para trascender ese estado.

La energía que se manifiesta en el alma y en el consciente como fe emana de núcleos superiores. En la mónada, esa energía se denomina poder de entrega, o bienaventuranza divina.

La vivencia de la ley de la entrega, del total abandono del ser al propio núcleo divino, es símbolo de la rendición del ego y de su absorción en ese núcleo sagrado.

Sin entrega, no se cruza el Portal de la Transfiguración.

Ley de Trascendencia

En lo que refiere a la humanidad actual, la aplicación de esta ley lleva a la trascendencia de los límites de la vida material, donde prevalece el espacio-tiempo, y prepara a la conciencia para interactuar con el mundo intuitivo. Conduce a la superación de lo que es creado y lleva a la unión con el Creador.

Cuando un planeta inicia su trayectoria ascendente, y el impulso evolutivo que él recibe lo conduce más rápidamente a la liberación de los límites en los que se encuentra, su vinculación con energías inmateriales es reavivada por esta ley y el ritmo de contacto con ellas se dinamiza.

Imprevisible es el momento en el que ella actúa, y cambia por completo la vida.

Lleva a cada ser a una existencia nueva, que comienza a revelarse en aquél instante, aunque esté trazada desde el principio. En estos tiempos, esa ley induce a la disolución de los arraigados mecanismos del ego y a desvincularse de la preocupación por la seguridad o la comodidad; implanta un estado inédito, admirablemente sereno, cuando la conciencia del ser se vuelve apta para recibir emanaciones de niveles desprovistos de formas. El desarrollo de la imparcialidad, el no dejarse abatir frente a lo que se llama "desilusiones", auxilia en la implantación de este estado.

Saber que todo es perfecto en esencia hace posible la aplicación de la ley de la trascendencia.

Si un individuo va al encuentro de lo que es suprahumano, espiritual, tendrá que trascender lo que hay de humano, material, en sí mismo. Trascender el compromiso con las fuerzas humanas, fuerzas de la inercia y de fricción, asume el carácter de una aparente desarmonía mientras él no abdique de los estímulos provenientes de ellas. Esta ley ayuda a enfocar la mente correctamente, haciendo que lo natural sea absorbido en lo sobrenatural y permitiendo que prevalezca una sola vibración, superior y divina.

Cuando la Jerarquía encuentra un canal que pueda expresar su obra con un grado de pureza suficientemente elevado, los seres que, encarnados o no, componen este canal, ven que, a fin de poder trascender limitaciones y obstáculos con un ritmo acelerado, su esencia se revitaliza de un modo singular. Si esta trascendencia se diera en un ritmo normal, demandaría varias encarnaciones para completarse. En estas circunstancias, lo que prevalece no es el proceso individual y particular de estos seres, sino el ritmo de evolución de grupos y de la humanidad misma.

Siempre existe la posibilidad de que en el ser humano se den transformaciones profundas, y la ley de la trascendencia actúa basándose en ella; sin embargo, para que esas transformaciones se efectúen, es necesario que él no retroceda a estados superados, que tenga firmeza suficiente para no sucumbir a las que lo atraen hacia lo retrógrado - estas condiciones raramente se logran en los planos densos de la tierra. Por eso, el trabajo de trascender el nivel terrestre está siendo emprendido en su mayor parte en esferas que están más allá del plano mental y no llega a alcanzar la existencia concreta como estaba previsto. Así, quien busca trascender el estado actual y servir al plan evolutivo debe afirmar su apertura hacia lo inédito y alimentar en sí y en los demás el amor a la luz.

Ley de la Disciplina

Es fundamental para que estados vibratorios sutiles puedan instalarse en la vida material. Las fuerzas de la materia, a través de la inercia que les es propia, tienen a estabilizarse en la vibración alcanzada; alinearlas con metas superiores requiere la aplicación de las leyes de la disciplina y del orden.

La ley de la disciplina auxilia al individuo principalmente mientras él necesita establecer orden en el plano material; lo lleva a dar asistencia a todos los semejantes y a todos los reinos.

Asumir una disciplina que corresponda al nivel al que la consciencia debe llegar no es lo mismo que vivir un estado artificial, por medio de ejercicios inadecuados. En general, al comienzo, estos dos estados no son distinguibles; sin embargo, entre ellos existen diferencias básicas:

· Cuando se trata de un proceso auténtico, el ser interno envía el impulso a la evolución y logra estimular la consciencia externa para elevarse al encuentro de la luz. Entonces, el individuo reconoce la importancia de asumir también una disciplina externa. Este proceso tiende a la elevación; a pesar de las resistencias de los cuerpos materiales, no pierde el impulso para proseguir y debe implantar en ellos vibraciones elevadas. Es el comienzo de la divinización de la vida.

· En el otro caso, el individuo es llevado por el deseo o por la mente a asumir un ritmo de vida que no brota de una necesidad real; por lo tanto, no cuenta con el respaldo interior para perseverar. Con el tiempo, como no dispone de base firme para sostenerlo, este ritmo de vida se ajusta al normal de esta civilización, aunque el individuo no lo perciba.

Aún así, la experiencia puede ser válida, pues, cuando el proceso genuino florece, encontrará ya cierta preparación.


El hombre comienza a vivir la realidad supramental cuando desarrolla una autodisciplina espontánea, no condicionada por reglas, por estructuras arcaicas, por imposiciones de terceros o por rigidez creada por él mismo. La autodisciplina verdadera es el reconocimiento de la necesidad de que la vida evolucione y de cooperar voluntariamente con esta evolución.


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Imagen extraída de la Web Oficial de IRDIN EDITORA:


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